En el siglo XVI, las fiestas ocupaban un lugar central en la vida social, como justa compensación a la dureza y precariedad de la vida cotidiana. Todo era motivo de celebración: los nacimientos, los regalos de pan bendito, el final de la cosecha, etc. Los aldeanos festejaban en las calles o en las tabernas, verdaderos lugares de encuentro donde nacían los rumores. La cerveza formaba parte de todas las festividades: juegos de invierno, carnavales, procesiones... Se creaban muchas cervezas diferentes, ¡y cada pueblo tenía orgullosamente su propia cervecería! En Genval, la historia de Geneviève de Brabant, abandonada en el bosque con su hijo y rescatada por un ciervo, es la comidilla del pueblo. Esta heroína de la Edad Media pronto dio su nombre a las cervezas tradicionales: rubia, marrón, blanca y roja. Las cervezas de Brabante son un homenaje a esta herencia excepcional, que marcó la edad de oro de la fabricación de cerveza.